Las páginas más recientes que ha escrito nuestra historia en Guatemala, nos parecen indicar que ésta es una sociedad única en su especie: somos uno de los países con mayor desigualdad en la distribución de la riqueza y los ingresos en el mundo, en otras palabras, muy pocos (poquísimas familias privilegiadas) se quedan con la mayor parte de la riqueza que generamos TODOS los guatemaltecos. Mientras que el resto de la población se conforma con las migajas que recibe (un salario mínimo regateado, empleos sin prestaciones laborales, precios de los alimentos al antojo de los productores, etc.). Este pequeñísimo grupo, tiene, claro está, el poder económico, lo que les permite también contar con los recursos necesarios para comprar o “invertir” en ciertos partidos y sus candidatos, como “mandados a hacer a la medida” para que se encarguen del poder político. Sin embargo, el poder (económico y político) no basta, como bien señaló Antonio Gramsci, para poder perpetuar este sistema de dominación, también han “invertido” en tener su propio sistema para que les sea útil, basta ver las leyes que nuestros “diputados” (en realidad los diputados de “ellos”), han generado y las que se han negado rotundamente a aprobar (por ejemplo la Ley de Desarrollo Rural). Y dentro de este sistema “mandado a hacer a la medida”, aparece el pobre sistema de partidos políticos (que no es lo mismo que “democracia”), hecho para que existan y predominen los partidos al servicio de la oligarquía (este grupo de poder absoluto). Para aparecer como “una democracia más creíble”, se forman muchísimos partidos, de diversos colores, pero con un mismo denominador común: responder a sus propietarios, sus inversores, es decir, a la oligarquía guatemalteca. Así que, se les presenta a los ciudadanos y ciudadanas un amplio menú de opciones, aunque sean todas, la misma cosa forrada de manera distinta para aparentar variedad. Todo esto, avalado por un pobre Tribunal Supremo Electoral (TSE), parte de este juego de mentiras, que también entra en la obra de teatro preparada (asumiendo el guión que le ha sido dado para representar el papel asignado).
De esta manera al poder económico-político se suma un sistema hecho a la medida. Y para agregar algo más: aparte de tener a los medios de difusión masivos involucrados en el juego (porque responden también al mismo patrón), todo ello se conjuga para que la obra montada: “el juego de la democracia”, parezca real… Las personas se creen que X o Y candidato les representa aunque nunca se comprometa a cambios reales y radicales, aunque sus diputados siempre se hayan opuesto a aprobar leyes de beneficio popular, aunque respondan a las órdenes del pequeño grupo que mantiene la inequidad en Guatemala…
Desde esta lógica, podríamos creer que en Guatemala es un país donde los pobres se sienten capitalistas, finqueros, banqueros… porque son los principales defensores de un sistema de vida que les explota y les agobia. Porque votan por quienes representan a esas pocas familias que se apropian de toda la riqueza que producimos TODOS… ¿Realmente en Guatemala debemos meditar si tenemos pobres defensores de sus explotadores?
Los resultados de las elecciones de 2011 demuestran que sí… pero lo que nos queda ahora, no es quedarnos decepcionados, sino descubrir cómo funciona todo este montaje que hace que los ciudadanos sean los principales defensores de un sistema que les mantiene pobres y ayudarles a su comprensión: Tomar conciencia de clase.