"Lo que está sucediendo en Guatemala con los medios de información y comunicación es digno del libro de Guinness. Imagine el lector que en este país centroamericano, 4 de los 5 canales de televisión abierta, y un número considerable de radioemisoras comerciales, están en manos de una sola persona, un señor llamado Ángel González, que ni siquiera es guatemalteco sino mexicano, y que ni siquiera vive en Guatemala (o México finalmente), sino en Miami. Nada tiene de ángel el señor González, sino todo lo contrario. Su influencia en la política interna de Guatemala se hace sentir demasiado, sobre todo en ocasión de las elecciones presidenciales. Las peregrinaciones de los candidatos a Miami, para solicitar la venia del potentado de los medios masivos, se han vuelto una tradición".
Alfonso Gumucio en Bolpress (para ver el artículo completo: http://www.bolpress.com/opinion.php?Cod=2006031801)
La televisión de señal abierta en Guatemala es el claro ejemplo del poder de los medios de comunicación cuando se concentran en pocas (o las mismas) manos. Esto lo podemos observar hoy en día cuando el propietario de estos medios hace una visita a Guatemala y se reúne (sin que la población sepa los motivos o el tema a tratar) con el Presidente de la República y con los dirigentes de los partidos políticos ("grandes" no los que día a día están trabajando por altrenativas reales para la mayoría de guatemaltecos). Y estas reuniones se dan precisamente cuando están empezando a armarse los paquetes de candidatos a la presidencia (digo a "armarse" porque no son resultado de consultas desde las bases). Esto nos da indicios de los temas que trataron.
Y esto nos lleva a pensar en el papel que juegan los medios masivos, en especial la televisión, en impulsar la balanza a favor de ciertos partidos, que al final de cuentas son más bien "grupos de poder" que negocian el uso de ese poder con anticipación, como si estuviesen negociando con un socio potencial de su empresa, al cual, si ha decidido invertir en ellos, deberán dar las utilidades prometidas durante los cuatro años de gobierno. Prueba de ello es que desde la aprobación de la Ley General de Telecomunicaciones por el expresidente Arzú, la democratización de los medios de comunicación electrónicos se ha hecho cada vez más difícil. Y ningún gobierno que ha pasado en estos sies años (Portillo y Berger) ha hecho nada por modificar esta Ley que garantiza las frecuencias para quien tenga el poder económico y no para quienes las pueden usar como herramienta de desarrollo.
Los políticos, presidentes y expresidentes se han valido del uso y abuso de los espacios en la televisión. Aunque vale aclarar que no todos los políticos, porque aquellos partidos que no van de acuerdo a los intereses de los sectores de poder, no existen para la televisión, a no ser como generadores de una que otra noticia. Cabe decir aquello de que si no salen en la tele, no existen.
Pero, el uso de la televisión como propaganda no se limita a los tiempos pre electorales y electorales, la propaganda continúa con la alianza establecida entre éstos y los gobernantes. Y aquí ya no sólo nos limitamos a los medios de señal abierta, también a los que transmiten por cable y que están asociados con la propiedad de otro tipo de medios de comunicación. Así, en estos medios parece ser una norma defender a capa y espada muchas de las políticas antipopulares que desarrolla el gobierno. Para muestra, el claro ejemplo de la veneración, adulación y protección hacia la Ministra de Educación, cuando la funcionaria actúa al margen de los acuerdos a los que se llegó como nación desde el inicio del proceso de la Reforma Educativa. No es de extrañar que en el noticiero de este canal se critique a los estudiantes que manifiestan en contra de la decisión de modificar la carrera de magisterio y unos segundos después veamos un anuncio pagado por el gobierno hablando de las bondades de esta medida unilateral del Ministerio de Educación. ¿Es posible ser un noticiero imparcial con este actuar?
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