Por Cristian Ozaeta C.
¡Es temporada de Independencia!, los edificios públicos se ornamentan con telas de manta rectangular en sus pechos escindidos, con orgullo y dignidad. La prensa se pliega en patrio ardimiento a rememorar las azarosas hazañas de los constructores de la patria, de los padres de la nación, de los próceres de la independencia, de los que imaginaron el país.
Bien hacen en rememorarlos y otorgarles tal ostentosa pompa y algarabiílla, después de todo, a ellos les deben todo lo que hoy son y todo lo que hoy tienen. No voy a hablar mal de Ellos, los padres, porque después de todo, lograron fundamentar con buena piedra la base de la sociedad que imaginaron. Construyeron su patria, la del criollo; procrearon su nación, la blanca, castellana, americana, culta, educada, desarrollada, liberal pero también conservadora; construyeron la sociedad que imaginaron, esa que llamarían Guatemala, hicieron patria, si, hicieron país, si. Al final de cuentas los que se quedaron sin patria fueron los Otros.
El ser criollo no es cuestión de heritaje racial, ni siquiera étnico, es de atributos privilegiados sociales, económicos y políticos de grupo, que se ejercen sobre el detrimento del otro. Es así como desvistiéndose de la parafernalia ornamental, sin banderitas en el vidrio del carro, sin recordar el himno adoctrinado y memorizado, viendo al quetzal como esa fotografía del recuerdo… entonces para hacer patria sólo me queda la selección de fútbol con su playera azul y blanco.
¿Hacer patria es vanagloriar símbolos? ¿Hacer patria es crear una supraconciencia del “deber ser”, pero sobretodo del “deber aceptar”? El Partido Revolucionario Institucional de México (otrora ostentor de la llamada dictadura perfecta) se llevó años creando esa identidad mexicana tan admirada por su vecino campesino del sur, en donde no hay nada malo, todo está bien, es cuestión de patria, es cuestión de sacrificio (el tuyo). Cualquier cosa que salga mal, no importa, es por la patria, un nivel más elevado de significante, superior a mí mismo, superior a mi familia, superior a mi colectivo. Esa es la patria de los medios, la patria del contenido vacío pero ante todo, del simbolismo ajeno.
¡Si! el grupo de personajes, industriales, intelectuales, hacenderos y militares, dueños de los medios de producción (y de comunicación también), hace casi dos siglos imaginaron la nación: ¡Si! sus herederos liberales tuvieron a bien crear la patria. A fuerza de trabajo forzado, a fuerza de capital extranjero, a fuerza de explotación. ¡QUIÉN SE ATREVERÍA A DECIR ENTONCES QUE
Pero eso si, no ha sido ni el sudor ni la sangre criolla la que ha hecho su patria, eso lo han puesto los sin patria. La patria del criollo se yergue sobre montículos de dolor y desesperanza, de humillación y explotación, de muerte y tortura, de aprovechamiento y canibalismo social del hombre sobre el hombre, del criollo sobre el indígena, del terrateniente sobre el campesino, del oligarca sobre el obrero, del poderoso sobre el “nadie”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario