Por Cristian Ozaeta
Es ya frecuente en nuestra historia latinoamericana que a mayor represión, mayor revolución. Cuando más se trata de acallar la palabra, ésta es más creativa y encuentra los espacios, las fracturas en el sistema, los agujeros en los muros para poder hacerse escuchar y correr en las conciencias de las personas.
El régimen golpista que actualmente oprime en Honduras, sigue en su infatigable camino a convertirse en un digno integrante del club de infames grupos dictatoriales de Centroamérica. Lo ha hecho todo hasta ahora para lograr su (triste) lugar en esta historia: rompimiento el orden democrático por medio de las armas, persecución política, desaparición forzada de opositores, uso de las fuerzas de seguridad como entes represores, negación de libertades individuales y colectivas, montaje de hechos políticos falsos, discurso patriotero militar, irrespeto al ordenamiento internacional bajo la interpretación falseada de “soberanía” y “autodeterminación”. No podía faltar de esta manera, el cierre y la censura de medios informativos que no se encuadren completamente a la línea oficial golpista. Y no cualquier cierre, uno con pleno lujo de violencia e impunidad, al mejor estilo chapín: incursión policíaca-militar, amenazas a miembros del medio, desmantelamiento y decomiso del equipo y creación de artilugios legalistas para justificar el hecho, haciéndolo ver como una medida necesaria por el “bien de la nación”.
No aprenden estos malogrados aprendices de dictadores, de la experiencia de sus vecinos y congéneres autócratas de rancia (regio) oligarquía (abolengo), que un pueblo no puede vivir con la bota encima por siempre y que tarde o temprano va a levantar el torso y va a escupirles la cara. ¿No comprenden que con la censura, nunca lograrán el silencio? Imagino que nunca leyeron (es mucho pedir), ni se enteraron de una tal “Radio Venceremos”. Han de ignorar que la otrora mentira repetida mil veces, no se vuelve verdad.
Nuestra solidaridad con el Canal 36,
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