Desde que supe del Proyecto que proponía realizar una película sobre los archivos de la extinta Policía Nacional y que ésta sería dirigida por Uli Stelzner, estuve emocionada y ansiosa de ver el producto final, pues sus documentales anteriores hablaban muy bien de lo que podría ser este filme y creo que logró transmitir en gran parte el latir de la historia de tantos documentos que nos llevan mas allá de las paredes que los resguardan.
Archivos de información, que a la vez constituyen elementos de prueba, han permanecido allí por décadas con la esperanza de ser encontrados y seguro ayudarán a dilucidar casos. La musicalización con el celo de Paulo Alvarado, quien lo interpreta en diferentes espacios del recinto, donde quizá también se torturó, me evoca aquellos rostros que aparecen en las fichas, invadiendo con su melancólica voz, pidiendo justicia, haciéndose escuchar.
Producciones como “La Isla”, con una historia clara, bien argumentada y contextualizada, son piezas para ir armando el rompecabezas de nuestra historia, en la que aún faltan muchas por encontrar, recoger y profundizar. Sería constructivo que la historia completa, sobre lo que fue el conflicto armado en Guatemala, se nos diera a conocer como parte de nuestra educación formal, como ya lo hacen otros países como Argentina y Alemania, para no crecer con ese vacío que nos hace ver una imagen incompleta, distorsionada de la realidad y obstaculiza madurar como sociedad.
“La Isla” es una prueba de lo mucho que todavía está escondido en el silencio, contrario a lo que a veces se ha escuchado en la opinión pública, cuando se dice -para qué hablar del conflicto armado en Guatemala, si esa historia ya la sabemos de memoria, para qué darle vueltas, para que hablar historias de muerte, feas y tristes, mejor solo hablar de cosas bonitas-, pero cuando vemos una película de la calidad de “La Isla” nos damos cuenta que en realidad aún no sabemos y necesitamos conocer la verdad, para comprender nuestra historia, que es parte de nuestra identidad nacional, de la cual lo más importante es que hay claras reflexiones, interpretaciones, análisis y aprendizajes que extraer.
También se ha dicho que -conocer estas historias solo reabre las heridas-, y yo me pregunto ¿acaso han cicatrizado alguna vez? Es precisamente a través de estos espacios que se da pie para aprender a dialogar, lo que representa el toque final de la película, es allí donde empezamos a reconocer el eco de esa historia en nosotros, entonces iniciamos en pequeños pasos a construir.
En espacios con opiniones basadas en experiencias y conocimientos distintos se cree que, dialogar es cuando nos expresamos a la defensiva, cuando mantenemos el discurso argumentando contra el otro, y hasta casi vemos al que opina y piensa distinto, como enemigo, lo que resalta la intolerancia y prepotencia, en lugar de crear puentes de comunicación, que se basen en el respeto ante la diversidad, que permitan llegar al otro y viceversa, que enriquezca lo que sabemos, amplíe nuestra visión y conocimientos, que confronte ideas y encuentre puntos comunes, que no cierre el diálogo, así es posible que conjuntamente encontremos caminos de convivencia respetuosa y de búsqueda de respuestas y soluciones a nuestros problemas.
Fue interesante escuchar en el espacio de foro, experiencias distintas y valorar que cada sufrimiento es respetable. Me pareció valioso tener el ejercicio de sabernos escuchar y que eso nos permita ir madurando como sociedad, si bien hubo abucheos y algún comentario irrespetuoso me alegra que haya sido de una minoría.
Se agradece el esfuerzo de producciones como “La Isla”, tan necesarias en nuestra sociedad, la valentía y preparación para hablar a través de la imagen, lograr a través de diversos elementos bien hilados, adentrarnos en la historia, llamar a las situaciones por su nombre, contar claramente lo que dio origen al archivo, presentar, sin anular la historia, el contexto que la rodeó y la importante riqueza de dirigir con madurez y conocimiento un foro abierto permite saber que existe no solo la visón e historia personal sino se escucha la del otro, y esto ayuda a tenerla en cuenta, además de la oportunidad de acceder a ella por ser gratuita.
La recopilación de material fílmico que desde ya hace varios años se viene realizando es otra de las grandes riquezas de la película. Deseo que este filme sea una nueva motivación para que productores de cine guatemaltecos y extranjeros, que han colocado en pantalla la historia guatemalteca con propiedad, como “Blanca” de Alejo Crisóstomo, “Las Cruces” de Casa Comal, los diversos documentales de COMUNICARTE, Descubriendo a Dominga de Patricia Flynn y otros, continúen pues es solo a través de conocer claramente lo que aún está escondido que se puede propiciar un tan necesario y sano diálogo, reflexión, análisis, aprendizajes y lograr ir construyendo la paz firme, basada en la verdad.
1 comentario:
"Yo quiero olvidar el pasado, pero el presente no me deja".
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