En pleno Siglo XXI, en un mundo abierto cada vez más a los cambios, existe un lugar en América Latina en donde los grupos hegemónicos aún pretender actuar como se hacía hace 50 años, se trata de Centroamérica. Hemos conocido ejemplos de diversas estrategias para frenar las transformaciones, especialmente cuando éstas van en favor de escuchar a las mayorías subalternas. En algunos casos más sofisticadas y asociadas a crímenes videograbados como Guatemala, en otros, más burdas como en Honduras, donde este domingo se dio un golpe de Estado para derrocar al presidente electo hace tres años, Manuel Zelaya. Este golpe de Estado tiene aspectos interesantes, como la pretendida justificación de los medios de difusión alineados a los grupos de poder, tanto a nivel nacional, centroamericano y mundial. La "excusa" es que el presidente Zelaya al querer hacer una encuesta sobre una posible consulta popular para una posible reforma a la Constitución, y al negársele este derecho por parte de los otros organismos del Estado en manos de esta oligarquía, era justificado derrocarlo y expulsarle del país. En ello queda claro que el cambio en Centroamérica se enfrenta a múltiples obstáculos en una serie de organismos del Estado secuestrados por los grupos de poder económico aliados a los partidos políticos. Desde este secuestro de los organismos, entonces, se justifica el rompimiento del orden constitucional y peor aún, la intervención de los ejércitos en asuntos en los que nada tienen qué hacer.
Ojalá que se siente un precedente en nuestro istmo, en el cual quede demostrado que ningún poder económico es propietario de una sociedad y de un país como Honduras o Guatemala, no se trata de fincas del siglo XIX, el poder es solamente del pueblo, quien lo delega en sus representantes y por lo tanto, no se le puede arrebatar, tal como se ha pretendido hacer con el representante del pueblo ante el organismo ejecutivo.
¡Que vuelva el estado de derecho en Honduras!
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Podría decir que es increíble este retroceso político en Centroamérica, pero lamentablemente "sí" es creíble. Y lo es porque mientras las estructuras no cambien (o no sean cambiadas drásticamente), lo demás es cosmetología y populismo.
Las reformas, cada vez estoy más convencido, deben ser realmente revolucionarias. No desde una concepción trasnochada de revolución teórica y marxista, sino una práctica que refunde los Estados y los oriente a consistentes repúblicas democráticas del poder desde el pueblo y para el pueblo.
Publicar un comentario