miércoles, octubre 31, 2012

Guatemala: ¿un país imaginado desde la capital?



Los acontecimientos del 4 de octubre de 2012, cuando el ejército de Guatemala abrió fuego contra manifestantes k’ich’es de Totonicapán, pone de nuevo en el tapete la discusión sobre el país que hemos construido en nuestra imaginación, en realidad no es uno solo, sino al menos, dos. El problema es que ha predominado el país imaginado por la oligarquía cuyo centro de poder se estableció en la ciudad capital. Más aún, el problema es que, al concentrar todo el poder, este grupo ha logrado imponer (no por la fuerza) su visión de país:

Etnocéntrico, donde existen los pueblos indígenas en función de satisfacer las necesidades de este grupo de poder metropolitano: son los campesinos que proveen a las amas de casa de frutas, verduras, granos básicos… Además, son los socios (en desventaja) para que los grandes empresarios hagan negocios exportando su producción. Son parte del paisaje turístico para generar divisas. Son objetos de folclor para representaciones de los niños y niñas que estudian en los colegios capitalinos en fechas especiales como la independencia. Especialmente, en este año, son objeto de atracción de capital al apoderarse de la fecha del cambio de era de la cultura Maya y tomarla como una fecha importante para los mestizos de la oligarquía que ahora sí se sienten guatemaltecos y mayas.

En este marco etnocéntrico, también son considerados como la masa electoral a la que hay que acudir cada cuatro años o antes, a conquistar con promesas baratas para lograr conservar el poder desde el montaje de democracia que mantienen el Tribunal Supremo Electoral y los partidos políticos tradicionales.

En función del capital, dado que la única razón de ser y de vivir, la razón del éxito, es la acumulación de capital. Para ello, un país ideal para este grupo es el que cree en que no deben existir escrúpulos a la hora de acumular riqueza, quien se oponga a ello, será llamado “atrasado”. Así, desde la capital se decide con las grandes compañías extranjeras la extracción de los recursos naturales de las comunidades del resto del país, en complicidad con los ministerios y secretarías de gobierno a cargo de garantizar un medio ambiente saludable y seguro. No cabe en la imaginación de este grupo, que existan personas que quieran defender su territorio.

En función del capital también se concibe al resto de pobladores del país: son consumidores potenciales y si no cuentan con el dinero necesario, pues serán proveedores de mano de obra barata, sin salario mínimo, prestaciones sociales… Para eso, este grupo se ha inventado la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), para dar una cara amable a la opinión pública aunque no cumpla con sus compromisos laborales básicos.
Egocéntrico, en el sentido de concebir que basta con lo poco que se paga de impuestos, apelando a que todos los bienes y servicios deberían estar regulados por el supuesto “libre mercado”, para lo cual, es necesario reducir la  inversión social en educación, salud o combate a la pobreza y extrema pobreza. Es mejor invertir en infraestructura que sirva para mejorar los procesos de comercialización de sus productos. La idea es que todos paguen igual sus impuestos, no que el que tiene más pague más…

El egocentrismo del grupo oligarca, también se manifiesta en concebir al resto de habitantes del país, de preferencia aquellos que sufren la pobreza, como sus objetos de caridad o RSE, al final… ¿cuál sería la diferencia? Así, en vez de atacar las causas de los problemas que originan la pobreza, arman campañas donde llevan a sus militantes (los demás capitalinos o quienes se identifican con ellos) a visitar familias pobres y darle algo, una bolsa de comida, algunas herramientas, etc. Eso sí, publicitándolo por todos los medios posibles, que finalmente, también están en manos de ellos.

Centrado en el monólogo, a propósito de los “medios” de difusión masiva, dado que se ha asegurado que sólo existan visiones unilaterales, al menos para los capitalinos que viven su propia realidad construida por los noticieros de las grandes cadenas radiales, del monopolio televisivo, de las empresas periodísticas patrocinadas por esta misma iniciativa privada. Esto lleva a un monólogo, sin saber siquiera que existan “otros pensamientos”, “otras visiones”… “otros ciudadanos”.

¿Y del otro lado? ¿Qué hay?

Del otro lado está el resto del país, la gran mayoría, la que no vive en el sueño metropolitano de creer ciegamente ese país etnocéntrico, egocéntrico, construido en función del capital y centrado en el monólogo:

Pueblos que quieren ser protagonistas de su propia plenitud de vida (o buen vivir), que siguen las enseñanzas de los abuelos y las abuelas en cuanto a sus normas de convivencia, gestión del “desarrollo”, reconocimiento de la autoridad, defensa del territorio y de la madre tierra, dispuestos a luchar por reivindicar ser reconocidos como ciudadanos y ciudadanas de igual categoría que los que viven en la capital.

Solidaridad, demostrada con las expresiones del resto de autoridades y pueblos indígenas del país hacia los 48 Cantones de Totonicapán por la agresión sufrida por el gobierno central. Solidaridad que existe también en el ámbito comunitario entre vecinos y familias.

Otra Guatemala que no le apuesta a que “vivir bien” es “tener mucho” o acumular capital a costa de cualquier cosa. A esos ciudadanos y ciudadanas que les basta con producir sus alimentos, pero de manera suficiente, y satisfacer las necesidades básicas de la familia.

Y sin embargo, este otro país, es invisibilizado desde la capital…

Cualquier intento por hacerse visibles, se convierte en algo inaceptable para el grupo de poder capitalino y sus aliados -que no pertenecen a este grupo pero que han sido permeados por el pensamientos etnocéntrico y egocéntrico que emana desde ahí-. Así, la mayoría repite los argumentos que crean los grupos de poder: se trata de indígenas manipulados, gente que no respeta la ley, gente violenta “capaz de linchar” a las fuerzas represoras del Estado… Es imposible para estas personas imaginra la otra Guatemala, la de los Otros y las Otras, la de esa mayoría que no vive en la capital…

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