sábado, mayo 04, 2013

Comunicado del CECODE frente a los estados de sitio en Guatemala



Ante la ola de represión e intimidación por parte del gobierno y fuerzas afines,
NO A LOS ESTADOS DE SITIO, NO A LAS AMENZAS DE VIOLENCIA POLÍTICA,
SI AL DERECHO DE JUSTICIA, SÍ AL DERECHO DE DEFENSA DEL TERRITORIO

Ciudad de Guatemala y Ciudad de Quetzaltenango, mayo de 2013


Ante la coyuntura actual que se vive en Guatemala, manifestamos:

Nuestra preocupación y rechazo ante lo que no puede ser interpretado de otra forma, que un reposicionamiento desde el espacio público y desde las decisiones gubernamentales, de las fuerzas más racistas, intolerantes, hostiles y oscurantistas de la sociedad guatemalteca. Evidencia de ello son:

·         Los múltiples comunicados, panfletos insertos en periódicos, columnas de opinión, declaraciones y demás formas de expresión, en donde no sólo defienden y promueven el estado de perenne impunidad en Guatemala, sino que además hacen uso de amenazas veladas o no, de lo que “podría suceder” si los fallos judiciales no son de su agrado.

·         Amenazas que incluyen a las organizaciones populares, de defensa de los derechos humanos, indígenas y académicas sociales, si éstas continúan con su libre ejercicio al derecho de expresión, búsqueda de la justicia, denuncia, movilización social y protesta pacífica.

·         Los estados de sitio declarados en cuatro municipios que son decisiones disfrazadas de legalidad, porque se los permite la ley, pero que a todas luces son acciones desproporcionadas que hacen uso de viejas estrategias gubernamentales de intimidación a los liderazgos comunitarios y de los Pueblos Indígenas del país; para desorganizar y descabezar sus movimientos al no ser de su agrado ni línea política-económica e ideológica, y por ende, al no postrase ante intereses de sectores políticos y económicos mayores.

·         Las múltiples declaraciones de funcionarios de gobierno, empezando por el Presidente de la República y su Ministro de Gobernación, que evidencian su clara intencionalidad de cero tolerancia ante la verdadera oposición política; su predisposición al uso de la fuerza como prioridad, antes que la activación de mecanismos pacíficos de diálogo y consenso; su total alineación como “agentes de seguridad” de empresas privadas extranjeras antes que ser entidades defensoras de las y los ciudadanos; su determinación a ejercer un gobierno de “mano dura” ante quienes les critiquen y se les opongan; y que los hace parte de los esfuerzos por polarizar a la sociedad entre “buenos y malos” para justificar sus acciones represivas y esconder en el barullo, sus negocios basados en la corrupción, el clientelismo, el autoritarismo y el desfalco.

Todo lo anterior nos lleva a dilucidar que los peores temores que se tenían ante la re-toma del poder, por parte del militarismo conservador de mentalidad represiva, los están volviendo realidad. Asociado ahora con la intención de realizar negocios propios al amparo del ejercicio gubernamental, la complicidad del sector empresarial organizado y la bendición de corporaciones internacionales.

Analizamos que entre las viejas y renovadas tácticas, son claras:

·         La invención o magnificación de un real o aparente enemigo que amenaza la seguridad de la población, su status quo, el orden y la paz. Que además es un “enemigo interno”, es decir que no está allende las fronteras, sino dentro.

·         La utilización de los medios de difusión afines y sus miembros, para promover en los imaginarios de la opinión pública, la percepción de dos ideas concretas: el estar ante situaciones de peligro que amenazan a la sociedad y su estabilidad (manifestaciones violentas, secuestro, invasión de propiedad privada, robo, etc.); y posicionar a los responsables de dichas situaciones (organizaciones populares, comunitarias de Pueblos Indígenas; movimientos ciudadanos; organizaciones de derechos humanos; organizaciones de víctimas del conflicto armado; líderes locales opositores; etc.).

·         La conveniente asociación de las fuerzas políticas conservadoras, tanto las de tinte militarista, como la económica de tendencia oligarca. Con ello logran muchos fines, como la activación de sus instrumentos parlamentarios (diputados) para el entrampamiento del Estado de Derecho y de aquellas leyes no convenientes (reforma tributaria, leyes anti corrupción, de desarrollo rural, de acceso a los medios de difusión, etc.); y el lanzar mensajes a la población de respaldo del gran empresariado, bajo la supuesta amenaza a la propiedad privada y las bendiciones de éste, como el empleo, la productividad y la generación de riqueza.

·         Lo anterior es el escenario promovido que sirve de preámbulo y justificación, para acciones de represión como el uso prioritario y desmedido de la fuerza pública; el uso antojadizo de la ley para establecer estados de sitio que coartan las libertades y derechos de la población; la deslegitimización de búsqueda de la justicia, especialmente en los casos de Genocidio y otros vinculados al conflicto armado interno.

·         Con estas acciones, buscan intimidar a los liderazgos de los movimientos sociales de protesta y oposición; descabezarlos como se hizo en las décadas del conflicto; sentar precedentes para que no se vuelvan a reactivar los mismos o nuevos; criminalizar los derechos de protesta y libre expresión; deslegitimar las acciones democráticas en pos de la libre determinación de los pueblos y la defensa de los recursos naturales; potenciar la polarización  social para crear  cortinas de humo y desviar la atención ante los escandalosos negocios llevados a cabo de forma ilegal (casos: IGSS, Portuaria Quetzal, Fonapaz, desvío de recursos del MINEDUC, etc.).

Por lo tanto, como una entidad de la sociedad civil que promueve una comunicación democrática que tiene como referente el diálogo y el reconocimiento pleno de nuestra ciudadanía, demandamos:

·         El cese inmediato de la estigmatización por parte del mismo gobierno, sectores económicamente poderosos y sus medios de difusión, hacia los movimientos de defensa del territorio, de los derechos humanos, rescate de la memoria histórica y justicia, etc. que los presenta como “delincuentes y terroristas”. La realidad no es solamente la versión que presentan las empresas extractivas, existen actores ciudadanos que también tienen algo que decir, pero que no han sido escuchados.

·         Priorizar, por sobre todas las cosas, la búsqueda del diálogo. Pero un diálogo generador de propuestas de solución y que sean resultado de la escucha hacia los sectores que no han sido tomados en cuenta por no tener poder económico. Ya no más diálogos disfrazados, que sólo han servido para engañar a las comunidades y frenar sus legítimas demandas.
·         Respeto a la voz de los pueblos indígenas. Urge una visión compartida del desarrollo que se pretende como país, hasta hoy sólo se ha tomado en cuenta la voz de los grandes inversores con quienes hace negocio el gobierno.

·         A los medios de difusión, tomar en cuenta que el hecho noticioso involucra a diversos actores y no solamente a los que tienen mayor poder económico. Hace falta hoy más que nunca, conocer los puntos de vista diversos, las diferentes versiones de los hechos, escuchar la voz de las comunidades también.

·         Demandamos respeto al libre ejercicio de la ciudadanía, dejando de lado los argumentos gubernamentales, empresariales y de defensores de los acusados de genocidio como el que las organizaciones nacionales y extranjeras que exigen respeto a los derechos humanos y justicia viven de la confrontación.

·         Manifestamos nuestra solidaridad con las comunidades víctimas del despojo de los recursos de su territorio, con las víctimas del genocidio en Guatemala, con las y los estudiantes normalistas que han dado la cara en contra de la privatización de la educación, con las radios comunitarias que siguen esperando la aprobación de la Ley de Medios de Comunicación Comunitaria (Iniciativa 4087), con las organizaciones campesinas que siguen a la espera de la aprobación de la Ley de Desarrollo Rural Integral (Iniciativa 4084) y con el pueblo guatemalteco que sigue viviendo en una espiral de violencia. 

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